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- Las enumeraciones y los titubeos
Posted by :
Gonzalo Abadia
21/5/13
La
enumeraciones, como los titubeos, se quedan en la memoria de la gente, hasta
que se demuestra lo contrario. Y vi a Risto demostrarlo en su apología de la
rareza, esa charla informativa mezclada con entretenimiento, enmarcada en el
proyecto #Instint que han ideado Andreu Buenafuente y Albert Om. Se están
hinchando a vender y eso, en esta época, es un milagro. Ni los conferenciantes
– a pares, siempre: Risto & Corbacho, Buenafuente & Ferran Adrià, o
próximamente Évole y Ana Pastor – van en pantalón corto detrás de una pelotita
ni son beliebers. Son, repito conferencias a 10 euros la entrada.
Pues
eso, que pude ir a ver a Risto hacer su apología de la rareza, apología
perfectamente elaborada, digna, directa y sin titubeos, y ejecutada junto a un
excelente alivio cómico personificado en José Corbacho.
Sobre
el escenario, de negro riguroso y con apoyo audiovisual – más de diez diapos
rebajan el sueldo, me dijo una vez él mismo – nos dio Risto a la audiencia un
repaso sobre la marca personal, la creatividad – oportunismo – el ingenio y la honestidad,
que ya quisieran escuchar muchos. Todo revestido, además, con ese aroma del “en
vivo y en directo” que debería llenar un buen teatro noche tras noche.
Dice
Risto que no es amigo de curriculums, que apuesta por el atrevimiento. Que
tendremos que agradecerle el hecho de que nos haya librado de cientos de frikis
y de triunfitos. Que gente como Mou, House o los anuncios de Olivero Toscani
para Benetton son puras expresiones de honestidad que basan su honesta molestia,
su honesta rareza, en honestos productos para honestas ventas. Lo subrayo.
La
enumeración, a lo que iba, como los titubeos, se quedan en la memoria de la
gente, hasta que se demuestra lo contrario. Lo aprendí hace un tiempo porque algunos
amigos pedían de vez en cuando unas palabras en algunos momentos de esos
inolvidables. Y observaba yo cómo se defendía la gente. Comprendí que si
enumeras una serie de premisas, ideas o palabras, la gente las capta, las memoriza,
y las hace, en parte, suyas. Y suele funcionar. Y eso es lo que vi en esa apología
de la rareza de Risto. Siete ideas fundamentales que, en esencia, ayudan a
funcionar por el mundo. Casi nada. Siete ideas violentas contra la mediocridad,
conflictivas con la insulsez y enfrentadas con la apariencia. Un discurso como
el que me gusta a mí: con planteamiento, nudo y desenlace. Siete ideas que demostraron que los titubeos que
este publicista mostró en su primera operación triunfo han sido fulminados a
base de crear una fortaleza basada en lo raro. Nada más. Infalible.
Algunas
cosas me sobraron - todo menú casero necesita tener sobras para admirar el
plato principal – y a otras las eché de menos. Pero la puesta en escena, el manejo de la
audiencia, la rapidez ante las preguntas o el constante golpeteo al hígado de
la estupidez humana, elevan las palabras a la categoría de gran discurso y se convierten en acicate para salir
motivado. No creo que sea un speech que lleve al subidón, y eso es un acierto.
Es un “majo, ajústate los machos porque ahora te toca luchar así”.
La
enumeración, y lo digo por tercera vez, como los titubeos, se queda en la
memoria de la gente hasta que se demuestra lo contrario. Y en este caso
concreto, esta enumeración queda grabada en la mente y, de paso, se carga, como
un acordeonista callejero se carga “La violetera”, o sea, de un plumazo y sin
complejos, el titubeo de todo aquél que no sabe muy bien qué hacer.
Así
que, despojado del titubeo, y con las siete premisas más o menos aprendidas - espero y supongo que con fecha de caducidad
– empiezo a enumerar las veces que le tendré que dar las gracias a Risto por su
apología de la rareza.